jueves, julio 30

Bolcheviques: "El camino de desarrollo pacífico del movimiento ha concluido"

Conferencia Urgente de la Organización de Petrogrado del P.O.S.D.R. (Bolchevique)
16-20 de julio de 1917

INFORME ACERCA DEL MOMENTO ACTUAL
por José Stalin


Camaradas:

Un rasgo característico del momento actuar es la crisis de Poder. En torno a esta cuestión se agrupan otras de menor importancia. La crisis se debe a la inestabilidad del Poder: ha llegado un momento en que sus órdenes o hacen reír o son acogidas con indiferencia, y nadie quiere, cumplirlas. La desconfianza en el Poder penetra en lo más profundo de la población. El Poder se tambalea. Ahí radica la causa de la crisis.

Esta es la tercera crisis de Poder a que asistimos. La primera fue la crisis del Poder zarista, el cual ya no existe.

La segunda fue la del primer Gobierno Provisional, que tuvo por resultado la salida de Miliukov y de Guchkov del gobierno. La tercera crisis es la del gobierno de coalición, en la que la inestabilidad del Poder ha alcanzado su punto culminante. Los ministros socialistas entregan sus carteras a Kerenski, y la burguesía niega a éste su confianza. Se ha formado un gabinete que al día siguiente se ha visto en la misma situación de inestabilidad.

Como marxistas, no debemos considerar la crisis de Poder sólo desde un punto de vista formal. Debemos considerarla, ante todo, desde un punto de vista de clase. La crisis de Poder es una intensa y abierta lucha de las clases por el Poder. A consecuencia de la primera crisis, el Poder de los terratenientes cedió su puesto al Poder de la burguesía, apoyado por los Soviets, que “representan” los intereses del proletariado y de la pequeña burguesía. A consecuencia de la segunda crisis, llegóse a un acuerdo entre la gran burguesía y la pequeña: el gobierno de coalición. Tanto en la primera crisis como en la segunda, las autoridades combatían las acciones revolucionarias de los obreros (27 de febrero y 20-21 de abril). La segunda crisis se resolvió “a favor” de los Soviets, dando entrada en el gobierno burgués a “socialistas” de los Soviets. En la tercera crisis, los soldados y los obreros plantearon abiertamente que los trabajadores -la democracia pequeñoburguesa y proletaria- debían tomar el Poder y hacer que los elementos capitalistas saliesen del gobierno. ¿Cuál es la causa de la tercera crisis?

Ahora se echa toda la “culpa”a los bolcheviques. La acción del 3 y del 4 de julio se presenta como un factor que ha agravado la crisis. Carlos Marx decía ya que cada paso adelante de la revolución provoca como réplica un paso atrás de la contrarrevolución. Considerando la acción del 3 y del 4 de julio como un paso revolucionario, los bolcheviques aceptan el honor -que les atribuyen los socialistas renegados- de ser los pioneros del avance.

Pero esta crisis de Poder no se ha solucionado en favor de los obreros. ¿Quién tiene la culpa de ello? Si los mencheviques y los eseristas hubiesen apoyado a los obreros y a los bolcheviques, la contrarrevolución habría sido vencida. Pero ellos empezaron a combatir a los bolcheviques, rompieron el frente único de la revolución, y la crisis transcurre ahora en condiciones desfavorables, no sólo para los bolcheviques, sino también para ellos, para los eseristas y los mencheviques.

Ese fue el primer factor que agravó la crisis.

El segundo factor fue la salida de los demócratas constitucionalistas del gobierno. Los demócratas constitucionalistas se olieron que las cosas tenían a empeorar, que la crisis económica se iba extendiendo y que el dinero era poco; por ello decidieron escurrir el bulto. Su salida era la continuación del boicot de Konoválov. Al darse cuenta de la inestabilidad del gobierno, los demócratas constitucionalistas fueron los primeros en abandonado.

El tercer factor que reveló y agravó la crisis de Poder fue la derrota de nuestras tropas en el frente. La cuestión de la guerra es hoy la fundamental, y en torno a ella giran todas las demás cuestiones de la vida interior y exterior del país. Y en esta cuestión básica ha fracasado el gobierno. Desde el comienzo mismo veíase claro que la ofensiva en el frente era una aventura. Circulan rumores de que centenares de miles de hombres han sido hechos prisioneros por el enemigo, de que los soldados huyen a la desbandada. Atribuir el “desbarajuste” en el frente sólo a la propaganda de los bolcheviques, es exagerar la influencia de éstos. Ningún partido puede con semejante carga. ¿Cómo explicar que nuestro Partido, con unos 200.000 afiliados, haya logrado “descomponer” el ejército, y que el Comité Ejecutivo Central de los Soviets, que agrupa a 20.000.000 de ciudadanos, no haya podido mantener al ejército bajo su influencia? El hecho es que los soldados no quieren combatir, porque no saben en nombre de qué luchan; están cansados, les preocupa: el problema del reparto de la tierra, etc., etc.

Esperar que en tales condiciones se pueda llevar a los soldados a la guerra, es esperar un milagro. El Comité Ejecutivo Central de los Soviets podía realizar en el ejército una propaganda mucho más intensa que la nuestra, y la realizó, pero, a pesar de ello, la gran fuerza espontánea de la lucha contra la guerra ha sido más poderosa. La culpa no la tenemos nosotros, la “culpable” es la revolución, que ha dado a cada ciudadano el derecho de exigir que se responda a la pregunta: ¿por qué se hace la guerra?

Así, pues, tres son los factores que han motivado la crisis de Poder:

1) el descontento de los obreros, y de los soldados con el gobierno, cuya política estimaban demasiado derechista;
2) el descontento de la burguesía con el gobierno, cuya política consideraba demasiado izquierdista, y
3) los fracasos en el frente.

Esas son las fuerzas externas que han motivado la crisis de Poder.

Pero el fondo de todo ello, la fuerza subterránea que ha llevado a la crisis, es el desbarajuste económico del país, causado por la guerra. Sobre esta base, y sólo sobre ella, han surgido los tres factores que han hecho vacilar el Poder del gobierno de coalición.

Si la crisis es una lucha de clases por el Poder, nosotros, como marxistas, debemos preguntarnos: ¿qué clase está subiendo ahora al Poder? Los hechos dicen que es la clase obrera la que está en ascenso al Poder.

Evidentemente, la clase de la burguesía no le dejará subir al Poder sin lucha. La pequeña burguesía, que constituye la mayoría de la población de Rusia, vacila, uniéndose unas veces con nosotros y otras con los demócratas constitucionalistas, dejando caer así la última pesa en el platillo de la balanza. Este es el contenido de clase de la crisis de Poder que atravesamos.

¿Quién sale derrotado y quién vencedor en esta crisis? Es evidente que en este caso el Poder lo está asumiendo la burguesía, representada por los demócratas constitucionalistas. Por un breve instante, cuando los demócratas constitucionalistas salieron del gobierno, el Poder estuvo en manos del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, pero éste renunció a él; encargando a los miembros del gobierno que formasen un gabinete. Ahora el Comité Ejecutivo Central es un apéndice del gobierno, y el gabinete, un carrusel; el único que ha quedado es Kerensky. Alguien dicta su voluntad, que deben cumplir tanto los ministros como el Comité Ejecutivo Central de los Soviets. Evidentemente, esa voluntad es la de la burguesía organizada, en primer lugar la de los demócratas constitucionalistas. La burguesía dicta sus condiciones: exige que el Poder esté en manos de “hombres de negocios”, y no de representantes de los partidos; exige que se retire el programa agrario de Chernov, que se modifique la declaración del gobierno del 8 de julio y que los bolcheviques sean eliminados de todos los organismos del Poder. El Comité Ejecutivo Central retrocede ante la burguesía y acepta sus condiciones.

¿Cómo ha podido ocurrir que la burguesía, ayer todavía en retirada, dé hoy órdenes al Comité Ejecutivo Central de los Soviets? La explicación es que, después de la derrota en el frente, el gobierno ha perdido prestigio entre los banqueros del extranjero. Según ciertos datos, dignos de la mayor atención, en eso andan las manos del embajador inglés Buchanari y de los banqueros, que niegan créditos al gobierno si no abandona sus intentos “socialistas”.

Esa es la primera causa.

La segunda causa consiste en que el frente de la burguesía está mejor organizado que el de la revolución.

Cuando los mencheviques y los eseristas se unieron con la burguesía y empezaron a atacar a los bolcheviques, la contrarrevolución comprendió que el frente único de la revolución había sido roto. Organizada en camarillas militares e imperialistas financieras, encabezada por el Comité Central del partido demócrata constitucionalista, la contrarrevolución presentó a los defensistas varias demandas. Los mencheviques y los eseristas, temblando por su Poder, se apresuraban a cumplir las exigencias de la contrarrevolución.

Esa es la situación en que se produjo la victoria de la contrarrevolución.

Es evidente que en este momento la contrarrevolución ha vencido a los bolcheviques porque éstos, traicionados por los mencheviques y los eseristas, se han visto aislados. Es asimismo evidente que llegará un momento favorable para nosotros, en el que podremos dar la batalla decisiva a la burguesía.

Existen dos centros de la contrarrevolución. Uno es el partido de la burguesía organizada, el partido demócrata constitucionalista, que se escuda en los Soviets defensistas. Su organismo ejecutivo es el Estado Mayor, encabezado por prominentes generales, que tienen en sus manos todos los hilos de la oficialidad. El otro centro es la camarilla imperialista financiera, vinculada a Inglaterra y a Francia, que tiene en sus manos todos los hilos del crédito. No es casual que Efrémov, miembro de la comisión interparlamentaria que controla los créditos, forme hoy parte del gobierno.

Los hechos enumerados han hecho posible la victoria de la contrarrevolución sobre la revolución.

¿Cuáles son las perspectivas? Mientras la guerra continúe, y va a continuar; mientras el desbarajuste en la industria no sea superado, y no lo será, pues no puede remediarse con represiones contra los soldados y los obreros, y las clases gobernantes no pueden tomar medidas heroicas; mientras los campesinos no reciban la tierra, y no la recibirán, porque incluso Chernov, con su moderado programa, ha resultado ser indeseable como miembro del gobierno; mientras todo eso ocurra, las crisis serán inevitables, las masas se echarán a la calle una y otra vez y se librarán empeñadas batallas.

El período pacífico del desarrollo de la revolución ha terminado. Ha empezado un nuevo período, un período de agudos conflictos, choques y colisiones. La vida bullirá y las crisis irán sucediéndose. Los soldados y los obreros no callarán. Hasta contra la suspensión de “Okópnaia Pravda” [periódico bolchevique para el Frente] han expresado su protesta veinte regimientos. El hecho de que hayan metido en el gobierno a nuevos ministros no ha resuelto la crisis. La clase obrera no ha quedado desangrada. La clase obrera ha resultado ser más sensata de lo que suponían sus enemigos.

Cuando comprendió que los Soviets le habían hecho traición, no aceptó la batalla el 4 y el 5 de julio. Y el desarrollo de la revolución agraria acaba de empezar. Debemos hacer frente a las futuras batallas como es debido y con una buena organización.

Nuestras tareas principales deben ser:

1) llamar a los obreros, a los soldados y a los campesinos a tener serenidad, firmeza y organización;
2) hacer revivir, robustecer y ampliar nuestras organizaciones;
3) no menospreciar las posibilidades legales, pues ninguna contrarrevolución puede llevarnos realmente a la clandestinidad.

El período de los asaltos desenfrenados ha pasado; llega una fase de persecuciones “legales”, y nosotros debemos recurrir a todas las posibilidades legales, debemos aprovecharlas.

Como los bolcheviques han quedado aislados, pues la mayoría del Comité Ejecutivo Central de los Soviets nos han traicionado al concertar una alianza con las fuerzas contrarrevolucionarias, se plantea la cuestión de cuál debe ser nuestra actitud respecto a los Soviets y a su mayoría, los mencheviques y los eseristas. En la reunión del Comité Ejecutivo Central, Mártov acusó a Gots y a Dan de proponer acuerdos tomados ya en una reunión de los cien-negristas y los demócratas constitucionalistas. La persecución de los bolcheviques ha demostrado que éstos no tienen ya aliados. La noticia de la detención de nuestros dirigentes y de la suspensión de nuestros periódicos fue acogida por los mencheviques y los eseristas con nutridos aplausos. Hablar después de eso de unidad con los mencheviques y los eseristas significa tender la mano a la contrarrevolución.

Digo esto porque en algunas fábricas se hacen intentos de establecer una alianza de los mencheviques y los eseristas con los bolcheviques. Esta es una forma enmascarada de combatir la revolución, porque una alianza con los defensistas puede llevarla a la muerte. Entre los mencheviques y los eseristas hay elementos dispuestos a luchar con la contrarrevolución (los kamkovistas, entre los eseristas, y los partidarios de Mártov, entre los mencheviques), y con ellos estamos dispuestos a formar un frente único revolucionario.

RESPUESTAS A LAS PREGUNTAS

1) Pregunta de Maslovski: En los futuros conflictos y, posiblemente, acciones armadas, ¿en qué medida contribuirá a ello nuestro Partido?, ¿encabezaría el Partido la protesta armada?

Respuesta de Stalin: Es de suponer que habrá acciones armadas y hay que estar preparados para todo. Los conflictos venideros serán más agudos, y el Partido no deberá lavarse las manos. Saln, hablando en nombre del distrito letón, ha acusado al Partido de no haber asumido la dirección del movimiento. Pero eso no es cierto, ya que el Partido se propuso precisamente llevar el movimiento a un cauce pacífico. Se nos puede reprochar no haber tratado de tomar el Poder. El 3 y el 4 de julio podíamos haber tomado el Poder, podíamos haber obligado al Comité Ejecutivo Central de los Soviets a sancionar la torna del Poder por nosotros. Pero la cuestión es la siguiente: ¿hubiéramos conseguido mantenemos en el Poder? El frente las provincias y varios Soviets locales se habrían levantado contra nosotros. Un Poder sin el apoyo de las provincias hubiera carecido de base. Tomando el Poder en tales condiciones, nosotros habríamos fracasado escandalosamente.

2) Pregunta de Ivanov: ¿Cuál es nuestra actitud hacia la consigna “¡El Poder a los Soviets!”? ¿No es hora ya de decir: “dictadura del proletariado”?

Respuesta de Stalin: Cuando se resuelve una crisis de Poder, significa que ha subido a éste una determinada clase, en el caso presente, la burguesía. ¿Podemos seguir aferrados a la vieja consigna “¡Todo el Poder a los Soviets!”? Está claro que no. Entregar el Poder a los Soviets, que, de hecho, van tácitamente del brazo con la burguesía sería trabajar para el enemigo. Si vencemos, sólo podremos entregar el Poder a la clase obrera, apoyada por las capas pobres del campo. Debemos proponer otra forma, una forma más conveniente de organización de los Soviets de Diputados Obreros y Campesinos. La forma de Poder sigue siendo la de antes, pero cambiamos el contenido de clase de la consigna y decimos en el lenguaje de la lucha de clases: todo el Poder a los obreros y a los campesinos pobres, que aplicarán una política revolucionaria.

3) Pregunta anónima: ¿Qué debemos hacer si el Comité Ejecutivo Central de los Soviéts de Diputados Obreros y Soldados declara que la minoría debe someterse a la mayoría? ¿Nos retiraremos en ese caso del Comité Ejecutivo Central de los Soviets o no?

Respuesta de Stalin: Ya existe una decisión a ese propósito. La minoría bolchevique ha tenido una reunión en la que se elaboró una respuesta en el sentido de que, como miembros del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, acatamos todas sus decisiones y no actuamos contra ellas, pero, como miembros de un partido, podemos actuar independientemente, pues, sin duda alguna, la existencia de los Soviets no anula la existencia independiente de los partidos. Mañana haremos pública nuestra respuesta en la reunión del Comité Ejecutivo Central.

RESUMEN DE LA DISCUSION

Camaradas:

A fin de preparar una resolución sobre nuestra actitud respecto al acuerdo del Comité Ejecutivo Central de los Soviets acerca de los bolcheviques, fue elegida una comisión, en la que yo he participado. Hemos redactado una resolución que dice: como miembros del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, nos sometemos a la mayoría, pero, como miembros del Partido Bolchevique, podemos actuar independientemente, incluso en contra de las decisiones del Comité Ejecutivo Central de los Soviets.

Por dictadura del proletariado, Prójorov entiende la dictadura de nuestro Partido. Pero nosotros hablamos de la dictadura de la clase que lleva tras de sí a las capas pobres del campesinado.

Inexactitudes en algunas de las intervenciones: ¿qué tenemos hoy, reacción o contrarrevolución? Durante las revoluciones, no hay reacción. Cuando una clase sustituye a otra en el Poder, eso no es reacción, sino revolución o contrarrevolución.

Por lo que se refiere al cuarto factor de la crisis de Poder, al que se ha referido Jaritónov, el factor internacional, sólo la guerra y las cuestiones de la política exterior a ella vinculadas guardan relación con la crisis de Poder en nuestro país. En mi informe he atribuido la importancia primordial a la guerra entre los factores de la crisis de Poder.

Por lo que se refiere a la pequeña burguesía, ésta ya no constituye un todo único, pues en ella se produce una rápida diferenciación (el Soviet de Diputados Campesinos de la guarnición de Petrogrado, que está en contra del Comité Ejecutivo del Congreso Campesino). En el campo se desarrolla la lucha, y paralelamente a los Soviets de Diputados Campesinos ya existentes se organizan espontáneamente otros. Nosotros contamos precisamente con el apoyo de esas capas pobres del campesinado que se están levantando. Por su situación económica, sólo ellos pueden ir con nosotros. Las capas campesinas que han llevado al Comité Ejecutivo del Congreso Campesino a tipos como Avxéntiev, sedientos de sangre del proletariado, no nos seguirán y no se inclinarán hacia nosotros.

Yo he visto cómo aplaudía esa gente, cuando Tsereteli hizo pública la orden de detención del camarada Lenin.

Los camaradas que dicen que la dictadura del proletariado es imposible por ser el proletariado una minoría de la población, comprenden de un modo mecánico la fuerza de la mayoría. También los Soviets no representan más que a veinte millones de personas por ellos organizadas, pero, gracias a su organización, llevan tras de sí a todo el pueblo. Todo el pueblo seguirá a una fuerza organizada capaz de romper los grilletes del desbarajuste económico.

El camarada Volodarski interpreta la resolución tomada por la Conferencia de diferente manera que yo, pero es difícil comprender cuál es su punto de vista.

Los camaradas preguntan si podemos cambiar nuestra consigna. Nuestra consigna acerca del Poder de los Soviets correspondía al período pacífico del desarrollo de la revolución, período ya pasado. No debemos olvidar que una de las condiciones para la transferencia del Poder es hoy la victoria sobre la contrarrevolución mediante un alzamiento. Cuando proclamamos nuestra consigna acerca de los Soviets, el Poder estaba, de hecho, en sus manos. Presionando a los Soviets, podíamos influir en los cambios en la composición del gobierno: Ahora el Poder se encuentra en manos del Gobierno Provisional. No podemos confiar en que mediante la presión sobre los Soviets el Poder pase pacíficamente a manos de la clase obrera. Como marxistas, debemos decir: lo importante no son las instituciones, sino la política de clase que aplican esas instituciones. Nosotros estamos, sin duda alguna, en favor de unos Soviets en los que tengamos la mayoría. Y trataremos de crear tales Soviets. Pero no podemos entregar el Poder a unos Soviets que conciertan una alianza con la contrarrevolución.

Resumiendo, puede decirse que el camino de desarrollo pacífico del movimiento ha concluido, pues el movimiento ha emprendido el camino de la revolución socialista. La pequeña burguesía, a excepción de las capas pobres del campesinado, apoya ahora a la contrarrevolución. Por eso, en el momento actual, la consigna “¡Todo el Poder a los Soviets!” resulta anticuada.

miércoles, julio 29

CC Bolchevique: Sobre los acontecimientos de julio

Conferencia Urgente de la Organización de Petrogrado del P.O.S.D.R. (Bolchevique)
16-20 de julio de 1917

INFORME DEL COMITE CENTRAL SOBRE LOS ACONTECIMIENTOS DE JULIO.
por José Stalin

Camaradas:

Se acusa a nuestro Partido, y sobre todo a su Comité Central, de haber provocado y organizado la acción del 3 y del 4 de julio, con el fin de obligar al Comité Ejecutivo Central de los Soviets a tomar el Poder, y si no lo hacía, de tomarlo nosotros mismos.

Ante todo, debo refutar esas acusaciones. El 3 de julio dos representantes del regimiento de ametralladoras irrumpieron en la Conferencia de los bolcheviques y anunciaron que el 1er Regimiento de Ametralladoras se disponía a echarse a la calle. Como recordarán, dijimos a los delegados que los miembros del Partido no podían ir contra las decisiones de éste. Recordarán también que los representantes del regimiento protestaron y dijeron que preferían salir del Partido a ir en contra de la decisión de su regimiento.

El Comité Central de nuestro Partido estimaba que, en la situación creada, una acción de los obreros y de los soldados de Petrogrado no era conveniente. El Comité Central no la consideraba conveniente, porque estaba claro que la ofensiva desencadenada en el frente a iniciativa del gobierno era una aventura; que los soldados, no sabiendo por qué objetivos se les obligaba a atacar, no irían a la ofensiva y que, en caso de una acción nuestra en Petrogrado, los enemigos de la revolución podrían achacarnos la culpa del fracaso de la ofensiva en el frente.

Nosotros queríamos que la responsabilidad del fracaso recayese sobre los verdaderos culpables de esa aventura.

Pero el movimiento comenzó. Los ametralladores habían enviado delegados a las fábricas. A eso de las seis; nos vimos ante el hecho de que enormes masas de obreros y de soldados habían salido a la calle. Alrededor de las cinco, en la reunión del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, declaré oficialmente, en nombre del Comité Central del Partido y de la Conferencia, que habíamos decidido no salir a la calle. Acusarnos, después de esto, de haber organizado la manifestación, es una mentira digna de cínicos calumniadores.

La manifestación había comenzado. ¿Tenía el Partido derecho a lavarse las manos y a inhibirse? Ante la posibilidad de complicaciones aún más graves, no teníamos derecho a lavarnos las manos; como Partido del proletariado, debíamos intervenir en la manifestación y darla un carácter pacífico y organizado, sin plantearnos el objetivo de tomar el Poder por las armas.

Les recordaré hechos análogos de la historia de nuestro movimiento obrero. El 9 de enero de 1905, cuando Gapón llevaba a las masas al palacio del zar, el Partido no se negó a marchar con las masas, aunque veía claro que éstas iban el diablo sabía adónde. Ahora que el movimiento no marchaba bajo las consignas de Gapón, sino bajo nuestras consignas, teníamos todavía menos derecho a inhibirnos. Debíamos intervenir como un regulador, como un partido de contención a fin de proteger al movimiento contra posibles complicaciones.

Los mencheviques y los eseristas pretenden dirigir el movimiento obrero, pero no parecen personas capaces de dirigir a la clase obrera. Sus ataques contra los bolcheviques los denuncian como a gentes que no comprenden en absoluto los deberes de un partido de la clase obrera. Hablan de la última acción de los obreros como gente que ha roto con la clase obrera.

Aquella noche, el Comité Central de nuestro Partido, el Comité de Petersburgo y la Organización Militar resolvieron intervenir en el movimiento espontáneo de los soldados y de los obreros. Los mencheviques y los eseristas, al ver que nos seguían más de 400.000 soldados y obreros, al ver que perdían terreno, declararon que la manifestación de los obreros y de los soldados era una acción contra los Soviets. Yo afirmo que el 4 de julio por la tarde, al acusar a los bolcheviques de traidores a la revolución, los mencheviques y los eseristas traicionaron la revolución, rompieron el frente único revolucionario y concertaron una alianza con las fuerzas contrarrevolucionarias.

Al asestar sus golpes contra los bolcheviques, golpeaban a la revolución.

El 5 de julio, los mencheviques y los eseristas declararon el estado de guerra, organizaron un Estado Mayor y pusieron todos los asuntos en manos de la camarilla militar. Nosotros, que luchábamos por transferir todo el Poder a los Soviets, nos encontramos, de esa manera, en la posición de enemigos armados de los Soviets. Se creó una situación en la que las tropas de los bolcheviques podían verse frente a las tropas de los Soviets. Aceptar la batalla en tales circunstancias hubiera sido una locura por nuestra parte. Nosotros decíamos a los dirigentes de los Soviets: los demócratas constitucionalistas han dimitido; formad bloque con los obreros y que el Poder responda de su gestión ante los Soviets. Pero ellos dieron un paso pérfido y dispusieron para actuar contra nosotros a los cosacos, a los cadetes, a los maleantes y algunos regimientos del frente, haciéndoles creer la mentira de que los bolcheviques iban contra los Soviets. Es de por sí evidente que, en tales condiciones, no podíamos aceptar la batalla a que nos empujaban los mencheviques y los eseristas. Decidimos replegarnos.

El 5 de julio negociamos con el Comité Ejecutivo Central de los Soviets, representado por Líber. Líber puso la condición de que nosotros, es decir, los bolcheviques, debíamos retirar los automóviles blindados del Palacio de Kshesínskaya que los marinos debían abandonar la fortaleza de Pedro y Pablo para reintegrarse a Kronstadt.

Accedimos, a condición de que el Comité Ejecutivo Central de los Soviets protegiese a las organizaciones de nuestro Partido contra posibles asaltos. Líber nos aseguró, en nombre del Comité Ejecutivo Central, que nuestras condiciones serían satisfechas y que el Palacio de Kshesínskaya quedaría a nuestra disposición, en tanto no se nos proporcionase con carácter definitivo otro local. Nosotros cumplimos nuestras promesas. Retiramos los automóviles blindados, y los marinos de Cronstadt accedieron a regresar a su base, pero con las armas. En cambio, el Comité Ejecutivo Central de los Soviets no cumplió ni una sola de sus promesas. El 6 de julio, Kuzmín, el representante militar de los eseristas, nos conminó por teléfono a que en el plazo de cuarenta y cinco minutos evacuásemos el Palacio de Kshesínskaya y la fortaleza de Pedro y Pablo; en caso contrario, amenazaba con lanzar sobre nosotros las fuerzas armadas. El Comité Central de nuestro Partido resolvió evitar por todos los medios la efusión de sangre. El Comité Central me delegó a la fortaleza de Pedro y Pablo, donde conseguí persuadir a los marinos de la guarnición para que no aceptasen combate, ya que la situación había tomado tal giro que podíamos vemos enfrentados a los Soviets. En mi calidad de representante del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, fui, con el menchevique Bogdánov, a ver a Kuzmín. Este lo tenía todo dispuesto para el combate: artillería, caballería, infantería. Tratamos de convencerle de que no recurriera a las armas. Kuzmín se quejó de que “los paisanos le estorban siempre con su ingerencia”, y de mala gana accedió a obedecer al Comité Ejecutivo Central de los Soviets. Para mí está claro que los militares eseristas querían un derramamiento de sangre para dar una “lección” a los obreros, a los soldados y a los marinos. Nosotros les impedimos realizar su pérfido plan.

Mientras tanto, la contrarrevolución se había lanzado a la ofensiva: asaltó y destrucción de la redacción de “Pravda” y de la imprenta “Trud”, palizas y asesinatos de nuestros camaradas, suspensión de nuestros periódicos, etc. A la cabeza de la contrarrevolución está el Comité Central del partido demócrata constitucionalista y, tras él, el Estado Mayor y altos oficiales del ejército, es decir, representantes de esa misma burguesía que quiere hacer la guerra porque se lucra con ella.

La contrarrevolución fortalecíase día tras día. Cada vez que nos dirigíamos al Comité Ejecutivo Central de los Soviets pidiendo explicaciones, nos convencíamos de que era incapaz de prevenir los excesos, de que el Poder no estaba en sus manos, sino en las de la camarilla militar y demócrata-constitucionalista, la cual daba el tono a las fuerzas contrarrevolucionarias.

Los ministros caen como si fueran peleles. Se quiere suplantar el Comité Ejecutivo Central de los Soviets por una conferencia extraordinaria convocada en Moscú, en la que, entre centenares de representantes 'manifiestos de la burguesía, los 280 miembros del Comité Ejecutivo Central se ahogarían como moscas en leche.

El Comité Ejecutivo Central, asustado por el desarrollo del bolchevismo, concierta una vergonzosa alianza con los contrarrevolucionarios, satisfaciendo sus demandas: entrega de los bolcheviques, detención de los delegados del Báltico y desarme de los soldados y de los obreros revolucionarios. Todo esto se arregla con suma sencillez: valiéndose de los tiros de los provocadores, la camarilla defensista urde el pretexto para el desarme y procede a él. Este es, por ejemplo, el caso ocurrido a los obreros de Sestrorietsk, que no tomaron parte en la acción.

El primer indicio de toda contrarrevolución es el desarme de los obreros y de los soldados revolucionarios.

Aquí esta negra labor contrarrevolucionaria ha sido hecha con las manos de Tsereteli y de los otros “ministros socialistas” miembros del Comité Ejecutivo Central de los Soviets. En eso radica todo el peligro. El “gobierno de salvación de la revolución” “consolida” la revolución estrangulándola.

Nuestra tarea es reunir fuerzas, robustecer las organizaciones existentes e impedir que las masas se lancen a acciones prematuras. A la contrarrevolución le conviene provocarnos ahora a un combate, pero nosotros no debemos dejarnos llevar de la provocación, nosotros debemos dar prueba de la máxima serenidad revolucionaria.

Esa es la línea táctica general del Comité Central de nuestro Partido.

En cuanto a la infame calumnia de que nuestros jefes están vendidos al oro alemán, el Comité Central del Partido mantiene la siguiente posición. Acusaciones calumniosas de traición se han hecho contra los jefes revolucionarios del proletariado en todos los países burgueses: en Alemania, contra Liebknecht; en Rusia, contra Lenin. Al Comité Central del Partido no le asombra que los burgueses rusos recurran a este probado método de lucha contra los “elementos indeseables”. Es necesario que los obreros declaren abiertamente que consideran irreprochables a sus jefes, que se solidarizan con ellos y se consideran partícipes de su obra. Los propios obreros se han dirigido al Comité de Petersburgo pidiendo un proyecto de protesta contra la campaña calumniosa que se lleva contra nuestros jefes. El Comité de Petersburgo ha elaborado ese proyecto, que será cubierto de firmas de obreros.

Nuestros adversarios, los mencheviques y los eseristas, se han olvidado de que los acontecimientos no son suscitados por individuos aislados, sino por las fuerzas subterráneas de la revolución, y de esta manera han adoptado el punto de vista de la Ojrana.

Pravda” ha sido suspendida el 6 de julio y que la imprenta “Trud” ha sido clausurada. El servicio de contraespionaje responde que, con toda probabilidad, la clausura será levantada cuando termine la instrucción. Mientras permanezcan inactivos, tendremos que pagar cerca de 30.000 rublos a los cajistas y empleados de “Pravda” y de la imprenta.

Después de los acontecimientos de julio y de lo que ha ocurrido a partir de entonces, no podemos seguir considerando socialistas a los eseristas y a los mencheviques.

Ahora los obreros los llaman social-carceleros.

Hablar de unidad con los social-carceleros, después de todo lo ocurrido, sería un crimen. Debemos lanzar otra consigna: unidad con su ala izquierda, con los internacionalistas que conserven aún cierta dosis de honor revolucionario y estén dispuestos a combatir a la contrarrevolución.

Esa es la línea del Comité Central del Partido.

martes, julio 28

¡A cerrar filas! (Stalin)

De la ficha policial de Stalin

“Proletárskoe Dielo” (Kronstadt) Nº 2 del 15 (28) de julio de 1917

Los acontecimientos del 3 y del 4 de julio fueron debidos a la crisis general por que atraviesa el país. La prolongada guerra y el agotamiento general, la inusitada carestía y la mala alimentación, la creciente contrarrevolución y el desbarajuste económico, la disolución de regimientos en el frente y las dilaciones en la solución del problema de la tierra, el desbarajuste general en el país y la incapacidad del Gobierno Provisional para sacarlo de la crisis; eso es lo que llevó a las masas a la calle el 3 y el 4 de julio.

Atribuir está acción a una propaganda insidiosa de este o de aquel partido, significa adoptar el punto de vista de la Ojrana, tan propicia a atribuir todo movimiento de masas a la intervención de “instigadores” y “agitadores”.

Ningún partido -tampoco el bolchevique- llamó a la manifestación del 3 de julio. Más aún: el Partido Bolchevique, el más influyente en Petrogrado, invitó el mismo 3 de julio a los obreros y a los soldados a que se abstuviesen. Pero cuando, a pesar de todo, estalló el movimiento, nuestro Partido, considerando que no tenía derecho a lavarse las manos, hizo todo lo posible para darle un carácter pacífico y organizado.

Pero la contrarrevolución no dormía. Organizó disparos provocadores, ensombreció los días de la manifestación con un derramamiento de sangre y, apoyándose en algunas unidades del frente, pasó a la ofensiva contra la revolución. El núcleo de las fuerzas contrarrevolucionarias, el partido de los demócratas constitucionalistas, como si hubiera previsto todo eso, salió oportunamente del gobierno, para tener las manos libres. Y los mencheviques y los eseristas del Comité Ejecutivo, en el afán de conservar sus maltrechas posiciones, declararon pérfidamente que la manifestación, que exigía la transferencia de todo el Poder a los Soviets, era una rebelión contra los Soviets, y azuzaron contra el Petrogrado revolucionario a las capas atrasadas de las unidades militares traídas del frente. Cegados por su fanatismo fraccional, no advirtieron que, al asestar golpes contra los obreros y los soldados revolucionarios, debilitaban el frente entero de la revolución y daban alas a las esperanzas de los contrarrevolucionarios.

El resultado ha sido el desenfreno de la contrarrevolución y una dictadura militar.

Asalto y destrucción de las redacciones de “Pravda” y “Soldátskaia Pravda”, de la imprenta “Trud” y de nuestras organizaciones de distrito; palizas y asesinatos, encarcelamientos sin juicio previo e incontables represiones “arbitrarias”; viles calumnias de los miserables espías policíacos contra los jefes de nuestro Partido y desenfreno de los bandidos de la pluma que escriben en la prensa venal; desarme de los obreros revolucionarios y disolución de regimientos, restablecimiento de la pena de muerte: ahí tienen la “labor” de la dictadura militar.

Todo eso se hace bajo la consigna de “salvar a la revolución”, “por orden” del “ministerio” Kerenski-Tsereteli, al que apoya el Comité Ejecutivo de toda Rusia. Además, los partidos gubernamentales eserista y menchevique, atemorizados por la dictadura militar, entregan sin grandes remordimientos los líderes del Partido proletario a los enemigos de la revolución, encubren los asaltos y los desmanes y no toman medidas para cortar las represiones “arbitrarias”.

Un acuerdo tácito entre el Gobierno Provisional y el Estado Mayor de la contrarrevolución, el partido demócrata constitucionalista, concertado con la franca connivencia del Comité Ejecutivo y dirigido contra los obreros y los soldados revolucionarios de Petrogrado: he ahí el panorama de la situación actual.

Y cuantas más concesiones hacen los partidos gubernamentales, mayor es la insolencia de los contrarrevolucionarios. De los ataques contra los bolcheviques, están pasando ya a atacar a todos los partidos que integran los Soviets y a los Soviets mismos. Asaltan las organizaciones mencheviques de distrito, en Petrográdskaia Storomí y en Ojta. Asaltan la sección del Sindicato Metalúrgico en Névskaia Zastava. Irrumpen en una sesión del Soviet de Petrogrado y detienen a sus miembros (al diputado Sájarov). Organizan grupos especiales en la avenida Nevski, para cazar a los miembros del Comité Ejecutivo. Hablan concretamente de la disolución del Comité Ejecutivo. No nos referimos ya al “complot” contra algunos miembros del Gobierno Provisional y líderes del Comité Ejecutivo.

El cinismo y el carácter provocativo de las acciones de los contrarrevolucionarios aumentan por horas. Mientras tanto, el Gobierno Provisional continúa desarmando a los obreros y a los soldados revolucionarios para ”«salvar la revolución”...

Todo esto, sumado a la crisis que se está desarrollando en el país, al hambre y a la ruina, a la guerra y a las sorpresas que ésta lleva aparejadas, hace más grave la situación e inevitables nuevas crisis políticas.

Estar preparados para las futuras batallas, hacerles frente como es debido y con una buena organización: tales ahora nuestra tarea.

De lo enunciado se desprende:

Primer mandamiento: no dejarse llevar de las provocaciones de la contrarrevolución; armarse de firmeza y serenidad; guardar fuerzas para la lucha futura y no permitir ninguna acción prematura.

Segundo mandamiento: agruparse más estrechamente en torno a nuestro Partido; cerrar filas frente a los incontables enemigos que se lanzan sobre nosotros; mantener en alto nuestra bandera, animando a los débiles, reuniendo a los rezagados y educando a los inconscientes.

¡Ninguna componenda con la contrarrevolución!
¡Ninguna unidad con los “socialistas” carceleros!
¡Alianza de las fuerzas revolucionarias frente a la contrarrevolución y quienes la protegen!

Esas son nuestras consignas.

K. Stalin
miembro del Comité Central
del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia

"Entregarse ahora a las autoridades significa ponerse en manos de contrarrevolucionarios enfurecidos" (Lenin)

Proletárskoie Dielo (Kronstadt) Nº 2 del 15 (28) de julio de 1917

Carta a la Redacción de Proletarskoie Dielo

Camaradas

Hemos modificado nuestro propósito de acatar la orden de detención dictada contra nosotros por el Gobierno Provisional. Los motivos son los siguientes:

La carta del ex ministro de Justicia, Perevérzev, publicada el domingo en el periódico Nóvoie Vremia ha puesto en claro por completo que el “asunto” de “espionaje” de Lenin y otros ha sido fraguado con toda premeditación por el partido de la contrarrevolución.

Perevérzev reconoce con toda franqueza que lanzó acusaciones no comprobadas, a fin de concitar la furia (expresión textual) de los soldados contra nuestro partido. ¡Esto lo confiesa el ayer ministro de Justicia, un hombre que todavía ayer se llamaba socialista! Perevérzev se ha ido, pero nadie se atreverá a afirmar que el nuevo ministro de Justicia no vacile en utilizarlos métodos de Perevérzev-Aléxinski.

La burguesía contrarrevolucionaria se empeña en crear un nuevo caso Dreyfus. Cree tanto en nuestro “espionaje” como los jefes de la reacción rusa que montaron el asunto Beylis creían en que los hebreos bebían sangre de niño. En el momento actual no hay garantía alguna de justicia en Rusia.

El Comité Ejecutivo Central [de los Soviets], que se considera el organismo representativo de la democracia rusa, nombró una comisión para investigar el asunto del espionaje; pero, bajo la presión de las fuerzas contrarrevolucionarias, hubo de disolverla. No quiso confirmar ni revocar directamente la orden de nuestra detención. Se lavó las manos, entregándonos prácticamente a la contrarrevolución.

La acusación que se nos hace de “conspiración e “instigación” “moral” a la rebelión tiene ya un carácter bien definido. Ni el Gobierno Provisional ni el Soviet dan ninguna calificación jurídica exacta de nuestro supuesto delito, porque todos saben muy bien que hablar de “conspiración” en un movimiento como el del 3-5 de julio es completamente absurdo. Los dirigentes mencheviques y eseristas tratan simplemente de aplacar a la contrarrevolución, que presiona también sobre ellos, entregándole, por orden suya, algunos miembros de nuestro partido. En Rusia es imposible hablarse hoy no ya de legalidad alguna, sino ni siquiera de las garantías constitucionales que existen en los países burgueses organizados. Entregarse ahora a las autoridades significaría ponerse en manos de los Miliukov, los Aléxinski y los Pérevérzev, en manos de los contrarrevolucionarios enfurecidos, para quienes todas las acusaciones que se nos hacen son un simple episodio de la guerra civil.

Después de lo ocurrido los días 6, 7 y 8 de julio, ningún revolucionario ruso puede seguir abrigando ilusiones constitucionales. Está en marcha el combate decisivo entre la revolución y la contrarrevolución. Nosotros seguiremos luchando, como antes, al lado de la primera.

En la medida de nuestras fuerzas continuaremos ayudando a la lucha revolucionaria del proletariado. La Asamblea Constituyente, si llega a reunirse y no es la burguesía la que la convoca, será la única competente para pronunciarse respecto a la orden de detención dictada contra nosotros por el Gobierno Provisional.

N. Lenin

lunes, julio 27

A propósito de las consignas (Lenin)

Ocurre con harta frecuencia que, cuando la historia da un viraje brusco, hasta los partidos avanzados necesitan de un período más o menos largo para habituarse a la nueva situación y repiten consignas que, si bien ayer eran justas, hoy han perdido ya toda razón de ser, han perdido su sentido tan “súbitamente” como “súbito” es el brusco viraje de la historia.

Algo semejante puede ocurrir, a lo que parece, con la consigna del paso de todo el poder a los Soviets. Durante un período ya para siempre fenecido de nuestra revolución, desde el 27 de febrero hasta el 4 de julio, pongamos por caso, esta consigna era acertada. Pero hoy, evidentemente, ha dejado de serlo. Sin comprender esto, tampoco podremos comprender ninguno de los problemas esenciales de la actualidad. Cada consigna debe dimanar siempre del conjunto de peculiaridades de una determinada situación política. Y hoy, después del 4 de julio, la situación política de Rusia es radicalmente distinta de la que imperó desde el 27 de febrero hasta esa fecha.

Entonces, durante aquel período ya fenecido de la revolución, en el Estado predominaba la llamada “dualidad de poderes”, fenómeno que expresaba, material y formalmente, el carácter indefinido y de transición del poder público. No olvidemos que el problema del poder es el problema fundamental de toda revolución.

Durante aquel período, el poder se mantenía en un estado de desequilibrio. Lo compartían, por acuerdo voluntario, el Gobierno Provisional y los Soviets. Estos últimos eran delegaciones de la masa de obreros y soldados armados y libres, es decir, no sometidos a ninguna violencia exterior. Las armas en manos del pueblo y éste libre de toda violencia exterior: tal era el fondo de la cuestión. Esto era lo que abría y garantizaba a toda la revolución un camino pacífico de desarrollo. La consigna de “Todo el poder a los Soviets” significaba el paso inmediato, realizable directamente en esta vía de desarrollo pacífico. Era la consigna de desarrollo pacífico de la revolución, que desde el 27 de febrero hasta el 4 de julio fue posible y como es natural, el más deseable de todos, pero que hoy es ya absolutamente imposible.
...
...hoy, esa lucha, la lucha por la entrega oportuna del poder a los Soviets, ha terminado. La vía pacífica de desarrollo de la revolución se ha hecho imposible. Ha empezado el camino no pacífico, el más doloroso de todos.

El viraje del 4 de julio consiste precisamente en que, a partir de él, ha cambiado bruscamente la situación objetiva. El equilibrio inestable del poder ha cesado; el poder ha pasado, en el lugar decisivo, a manos de la contrarrevolución... El 27 de febrero, todas las clases se hallaron unidas contra la monarquía. A partir del 4 de julio, la burguesía contrarrevolucionaria, del brazo de los monárquicos y de las centurias negras, ha puesto a su lado a los eseristas y mencheviques pequeñoburgueses, apelando en parte a la intimidación, y ha entregado de hecho el poder a los Cavaignac, a una pandilla militar que fusila en el frente a los insubordinados y persigue en Petrogrado a los bolcheviques.

En estas condiciones, la consigna del paso del poder a los Soviets parecería una quijotada o una burla. Mantener esta consigna equivaldría, objetivamente, a engañar al pueblo a infundirle la ilusión de que basta, incluso ahora, con que los Soviets se limiten a querer o a acordar de tomar el poder para que éste vaya a parar a sus manos; la ilusión de que en el Soviet siguen actuando unos partidos no manchados todavía por su complicidad con los verdugos, y de que lo ocurrido puede borrarse de un plumazo.

... hoy es ya imposible tomar el poder por vía pacífica. Para llegar a él hay que derrotar, luchando resueltamente, a los verdaderos detentadores del poder en el momento actual: a la pandilla militar, a los Cavaignac, que se apoyan en las tropas reaccionarias trasladadas a Petrogrado, en los democonstitucionalistas y en los monárquicos.

La esencia del problema consiste en que estos nuevos detentadores del poder pueden ser vencidos únicamente por las masas revolucionarias del pueblo, para cuyo movimiento es condición indispensable no sólo que sean dirigidas por el proletariado, sino también que vuelvan la espalda a los partidos eserista y menchevique, que han traicionado la causa de la revolución.
...
El problema fundamental de la revolución, decíamos, es el problema del poder. A esto debemos añadir: precisamente las revoluciones nos muestran a cada paso cómo se vela la cuestión de saber dónde está el verdadero poder y ponen de relieve la diferencia existente entre el poder formal y el efectivo. En eso precisamente estriba una de las peculiaridades más importantes de todo período revolucionario. En marzo y abril de 1917 no se sabía si el poder efectivo estaba en manos del gobierno o del Soviet.

...Hoy lo constituyen los cadetes y los cosacos reaccionarios, traídos expresamente a Petrogrado; los que retienen en la cárcel a Kámenev y a otros; los que han prohibido Pravda; los que han desarmado a los obreros y a una parte determinada de los soldados; los que fusilan a una parte no menos determinada de los soldados y a una parte no menos determinada de las tropas en el ejército. Esos verdugos son hoy el poder efectivo. Los Tsereteli y los Chernov son ministros sin poder, ministros fantoches, líderes de partidos que apoyan la política de los verdugos. Esto es un hecho. Y este hecho no cambia porque Tsereteli y Chernov personalmente “no aprueben”, quizás, los actos de los verdugos ni porque sus periódicos nieguen tímidamente toda relación con estos últimos, pues tal mudanza de atavío político no modifica en nada la esencia del problema.
...
El pueblo debe saber, ante todo y sobre todo, la verdad; debe saber en manos de quién se encuentra, en realidad, el poder del Estado. Al pueblo hay que decirle toda la verdad: hay que decirle que el poder está en manos de una pandilla de militares a lo Cavaignac (en manos de Kerenski, de ciertos generales, oficiales, etc.), apoyados por la burguesía como clase, con el partido de los democonstitucionalistas a la cabeza y con todos los monárquicos, que actúan a través de toda la prensa ultrarreaccionaria, a través de Nóvoie Vremia, Zhivoie Slovo, etc., etc.

Hay que derrocar este poder. Sin eso, todo lo que se hable de combatir a la contrarrevolución no será más que frases hueras, no será más que “engañarnos a nosotros mismos y engañar al pueblo”.

Este poder es apoyado hoy también por los ministros Tsereteli y Chernov y sus partidos. Hay que aclarar al pueblo su papel de verdugos y hacerle ver la ineluctabilidad de que dichos partidos llegasen a este “final” después de sus “errores” del 21 de abril, del 5 de mayo56, del 9 de junio y del 4 de julio; después de aprobar la política de la ofensiva, una política que en sus nueve décimas partes predeterminó la victoria de los Cavaignac en julio.

... la batalla decisiva sólo podrá darse cuando la revolución vuelva a prender con impulso ascensional en lo más profundo de las masas...

...A excepción del proletariado revolucionario, no hay nada, ninguna fuerza, capaz de derrocar a la contrarrevolución burguesa. Es precisamente el proletariado revolucionario el que, aprovechando la experiencia de julio de 1917, debe tomar el poder por su cuenta; sin eso es imposible el triunfo de la revolución. El poder en manos del proletariado, apoyado por los campesinos pobres o los semiproletarios: tal es la única salida, y ya hemos dicho cuáles son las circunstancias que pueden contribuir a acelerarla de manera extraordinaria.

En esta nueva revolución podrán y deberán surgir los Soviets, pero no serán los Soviets actuales, no serán órganos de conciliación con la burguesía, sino órganos de lucha revolucionaria contra ella. Cierto que también entonces propugnaremos la organización de todo el Estado según el tipo de los Soviets. No se trata de los Soviets en general, sino de la lucha frente a la contrarrevolución actual y frente a la traición de los Soviets actuales...