jueves, julio 2

En la manifestación (Stalin)

Soldados bolcheviques en la Manifestación del 18 de junio de 1917

Pravda Nº 86 del 20 de junio (3 de julio) de 1917

El día es claro y soleado. La columna de manifestantes se extiende interminable. Un torrente humano fluye hacia el Campo de Marte desde la mañana hasta el anochecer. Un inmenso bosque de banderas. Están cerradas todas las fábricas y todos los establecimientos. El tráfico, paralizado. Los manifestantes inclinan las banderas al pasar delante de las tumbas. A “La Marsellesa” y “La Internacional” sucede el “Vosotros caísteis en la lucha”. El tronar de las voces hace estremecer el aire. A cada instante se oye gritar: “¡Abajo los diez ministros capitalistas!”, “¡Todo el Poder al Soviet de Diputados Obreros y Soldados!”. Y, en respuesta, llega de todos lados un ensordecedor “¡hurra!” de aprobación.

Lo que salta a la vista, al observar a los manifestantes, es la ausencia de la burguesía y de los compañeros de viaje. A diferencia de la manifestación del día del entierro, en la que los obreros se perdían en un mar de pequeños burgueses y de otras gentes, la manifestación del 18 de junio ha sido una manifestación puramente proletaria, pues los participantes principales fueron los obreros y los soldados. Ya la víspera, los demócratas constitucionalistas habían declarado el boicot a la manifestación, haciendo saber, a través de su Comité Central, que estimaban necesario “abstenerse” de participar en ella. Y, en efecto, los burgueses no sólo no han participado, sino que, literalmente, se escondieron. En ese día, en la avenida Nevski, siempre tan concurrida y animada, no se vio a ninguno de los asiduos paseantes burgueses.

En pocas palabras: ha sido una manifestación realmente proletaria, una manifestación de los obreros revolucionarios, que llevaban tras de sí a los soldados revolucionarios.

Una alianza de los obreros y los soldados contra los burgueses, que habían abandonado el campo, en una situación de neutralidad por parte del ciudadano medio; eso ha sido, por su aspecto, la manifestación del 18 de junio.

No un desfile, sino una manifestación

La manifestación del 18 de junio no ha sido un simple paseo, un desfile, como lo fue, indudablemente, la del día del entierro. Ha sido una manifestación de protesta, una manifestación de las fuerzas vivas de la revolución, con vistas a cambiar la correlación de fuerzas. Es en extremo sintomático que los manifestantes no se limitaran simplemente a proclamar su voluntad, sino que exigiesen la inmediata libertad del camarada Jaústov (*), ex colaborador de “Okópnaia Pravda”. Nos referimos a la Conferencia de toda Rusia de las organizaciones militares de nuestro Partido, que tomó parte en la manifestación y que exigió del Comité Ejecutivo, en la persona de Chjeídze, la puesta en libertad del camarada Jaústov; Chjeídze prometió tomar todas las medidas para ponerlo en libertad “hoy mismo”.

El carácter de las consignas, que expresaban la protesta contra las “órdenes” del Gobierno Provisional, contra toda su política, nos dice, sin dejar lugar a dudas, que la “manifestación pacífica”, que se pensaba convertir en un inofensivo paseo, se transformó en una poderosa manifestación de presión sobre el gobierno.

Desconfianza en el Gobierno Provisional

Saltaba a la vista una particularidad: ninguna fábrica y ningún regimiento llevaban la consigna de “Confianza en el Gobierno Provisional”. Incluso los mencheviques y los eseristas se olvidaron de exponer esa consigna (¡más bien, no se atrevieron!). Llevaban para todos los gustos –“¡Abajo la escisión!”, “¡Por la unidad!”, “¡Apoyemos al Soviet!”, “¡Instrucción general!” (¡si no te gusta, no escuches!)-, pero faltaba lo más importante: no había confianza en el Gobierno Provisional, ni siquiera con la astuta reserva de “siempre y cuando”. Sólo tres grupos se decidieron a sacar la consigna de la confianza, pero incluso, ellos tuvieron que arrepentirse. Fueron el grupo de los cosacos, el grupo del Bund y el grupo del “Edinstvo” plejanovista. . “¡La santísima, trinidad!”, ironizaban los obreros en el Campo de Marte. A dos de esos grupos (al Bund y a “Edinstvo”) , los obreros y los soldados, al grito de “¡Abajo!”, les hicieron plegar su bandera. A los Cosacos, que no quisieron plegaria, se la desgarraron. Una anónima consigna de “confianza”, tendida “en el aire” a la entrada del Campo de Marte, fue destrozada por un grupo de soldados y obreros, mientras el público, dando su aprobación, decía: “La confianza en el Gobierno Provisional ha quedado colgando en el aire”.

En pocas palabras: la desconfianza en el gobierno por parte de la inmensa mayoría de los manifestantes y la patente cobardía de los mencheviques y los eseristas para ir “contra la corriente” han constituido la tónica general de la manifestación.

Bancarrota de la política de componendas

Entre todas las consignas, las más populares eran: “¡Todo el Poder al Soviet!”, “¡Abajo los diez ministros capitalistas!”, “¡Ni una paz por separado con Guillermo, ni tratados secretos con los capitalistas anglofranceses!”, “¡Vivan el control y la organización de la producción!”, “¡Abajo la Duma y el Consejo de Estado!”, “¡Anulación de las órdenes contra los soldados!”, “¡Anunciad unas condiciones justas de paz!”. La inmensa mayoría de los manifestantes se solidarizó con nuestro Partido. Incluso regimientos como el de Volinia y el de Keksholm marcharon bajo la consigna: “¡Todo el Poder al Soviet de Diputados Obreros y Soldados!”. Los miembros de la mayoría del Comité Ejecutivo, que no tratan con la masa de los soldados, sino con los comités de regimiento, estaban sinceramente sorprendidos ante un hecho tan “inesperado”.

En pocas palabras: la inmensa mayoría de los manifestantes (en total fueron de 400.000 a 500.000) expresó bien claro su desconfianza en la política de componendas con la burguesía. La manifestación transcurrió bajo las consignas revolucionarias de nuestro Partido. No hay lugar a dudas: la fábula del “complot” bolchevique ha sido desenmascarada por completo. Un partido que goza de la confianza, de la inmensa mayoría de los obreros y de los soldados de la capital no tiene necesidad de “complots”. Sólo una conciencia poco limpia o la ignorancia política podían sugerir a “los que hacen la alta política” la “idea” de un “complot” bolchevique.

K. St.

(*) Alférez socialdemócrata bolchevique, del mismo apellido que un obrero socialdemócrata menchevique ex diputado a la IV Duma de Estado.

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