jueves, mayo 21

Trotsky: En cautiverio británico

Del pasaporte de Trotsky. 1915

... La prensa burguesa –la misma prensa que ha difundido declaraciones difamatorias del peor tipo centurista contra emigrados políticos que se vieron forzados a retornar a Rusia a través de Alemania– se mostró sorda y muda en relación al ilegal ataque inglés a los emigrados rusos que regresaban a casa por el Océano Atlántico.
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Los primeros dos años de guerra, los pasé en Francia. Ahí tuve la oportunidad de observar muy de cerca el experimento de socialistas en el ministerio durante la época de la guerra “de liberación”. Guesde y Sembat, por supuesto, justificaron sus actos alegando la naturaleza sin precedentes de las circunstancias que los empujaron a entrar en el gabinete de guerra: la patria estaba en peligro, los alemanes estaban en las puertas de París, la devastación general, la necesidad de defender la república y las tradiciones de la revolución, en breve, ellos presentaron los mismos argumentos que ahora están siendo usados en forma ingenua por Tsereteli y Chernov para probar que su ministerialismo es diferente del de Guesde y Sembat como el cielo de la tierra.

Con la generosa participación de los “camaradas” ministros franceses, fui expulsado de Francia por mi trabajo en el periódico internacional ruso Nashe Slovo (Nuestra Palabra) y por tomar parte en el movimiento de “Zimmerwald”. El gobierno suizo, obedeciendo las órdenes de los diplomáticos del Zar, rehusó admitirme. Los policías franceses, que usaban ropas de civil –para preservar el honor de la república-, me llevaron a la frontera española. Tres días después, el Prefecto de París Lorane telegrafió a la policía de Madrid sobre el peligroso agitador que había cruzado la frontera española. Los guardianes de la paz españoles no podían pensar en nada mejor que arrestarme. Habiéndome liberado, después de un interrogatorio en el parlamento de su prisión “modelo” en Madrid, el gobierno español me escoltó en un convoy al extremo sureste de la península ibérica, Cádiz. De ahí los oficiales quisieron enviarme inmediatamente a La Habana, y fue después de que amenacé con resistirme y después de la intervención de socialistas y republicanos españoles, que se me permitió salir con mi familia a Nueva York.

Después de dos meses [en Nueva York], tuvimos las noticias de la Revolución Rusa. Un grupo de exiliados rusos, entre ellos el autor de estas líneas, hizo el intento de viajar a Rusia en el primer vapor. Pero el Socialista ruso propuso y Lloyd Geroge dispuso. En Halifax, los oficiales ingleses nos detuvieron e internaron en un campo de prisioneros de guerra...

... prisioneros de guerra alemanes con quienes pasé un mes. Había 800 de ellos –cerca de 500 marineros de barcos de la Marina alemana hundidos por los británicos, cerca de 200 trabajadores que fueron capturados en Canadá cuando la guerra estalló y cerca de 100 prisioneros oficiales y civiles procedentes de círculos burgueses. Nuestra relaciones tomaron forma desde el primer día, o más exactamente desde el momento en que el grueso de prisioneros de guerra supo que estábamos arrestados como socialistas revolucionarios. Los oficiales, que tenían sus lugares separados, inmediatamente nos consideraron como sus odiados enemigos.

El resto, sin embargo, nos rodeó con simpatía. Ese mes en el campo parecía un continuo mítin. Hablamos a los prisioneros acerca de la revolución rusa, acerca de las causas de la ruptura de la Segunda Internacional, de las agrupaciones en el socialismo… Las relaciones entre los suboficiales y soldados democráticos y los oficiales, algunos de quienes mantenían vigilados a sus marineros, se hizo muy agudo. Los oficiales alemanes finalmente se quejaron ante el comandante del campo, coronel Morris, contra nuestra propaganda anti-patriótica. El coronel británico inmediatamente se puso de lado del patriotismo Hohenzollern y me prohibió hacer más apariciones públicas. Esto, sin embargo, ocurrió en los últimos días de nuestra estadía en el campo, e hizo nuestra relaciones con los marineros y trabajadores, mas íntimas. Ellos repudiaron la prohibición del coronel con una protesta escrita acompañada de 530 firmas.

Cuando nos sacaban del campo, los prisioneros nos dieron una despedida que siempre quedará nuestras memorias. Los oficiales permanecieron en sus lugares, mientras “nuestros” internacionalistas hicieron dos filas, la orquesta tocó marchas socialistas y nos estrechamos las manos con todos… Uno de los prisioneros dió un discurso en el que expresaba su satisfacción con la revolución rusa, lanzó una sincera consigna contra el gobierno alemán y nos pidió que diéramos su saludo fraternal al proletariado ruso. Ese es la forma en que confraternizamos con los marineros alemanes en Amherst. Es verdad que en ese momento no sabíamos todavía que los zimmerwaldistas del Príncipe Lvov –Tsereteli y Chernov- veían a la confraternización como contradictoria con los fundamentos del socialismo internacional. En esto estaban de acuerdo con el gobierno Hohenzollern que había prohibido confraternizar usando un razonamiento menos hipócrita. Es superfluo decir que la prensa americano-canadiense ha explicado nuestro aprisionamiento debido al germanismo. Los periódicos kadete amarillos de nuestra patria, han seguido el mismo curso.

Esta acusación de pro-germanismo que tuve de occasión de escuchar durante la guerra, no fue la primera vez. Cuando los chauvinistas franceses estaban preparando mi exilio de Francia, ellos difundieron el rumor sobre mis tendencias pro-alemanas pero la misma prensa francesa informó antes a sus lectores que me habían sentenciado a prisión en Alemania por el panfleto alemán “Der Krieg und die Internationales”, que estaba dirigido contra el imperialismo alemán y contra la política de la mayoría oficial de la socialdemocracia alemana... En las denuncias que nos hacían Miliukov y sus hessianos, no hay nada de original. Eran traducciones literales del idioma alemán. Sir Buchanan, el embajador inglés en Petrogrado, fue más lejos. En su carta dirigida a la prensa, el embajador inglés en Petrogrado, Sir Buchanan, declaró que estábamos regresando a Rusia con un plan financiado por el gobierno alemán para derrocar al Gobierno Provisional. Se nos ha dicho que en círculos “informados” incluso se ha mencionado el monto del subsidio: 10,000 marcos. Parece que el gobierno alemán debe haber valorizado la estabilidad del gobierno Guchkov-Miliukov en esa modesta suma.

La diplomacia inglesa, generalmente hablando, no está desprovista de cuidado ni de una decorosa caballerosidad superficial. Pero la afirmación hecha por el embajador británico de que estábamos subsidiados por Alemania está obviamente desprovista de las mencionadas cualidades; no es caballerosa y es estúpida. Esto se explica por el hecho de que los políticos y diplomáticos británicos tienen dos tipos de conducta: una para los “países civilizados” y otra para las colonias. Sir Buchanan, que fue el mejor amigo de la monarquía del zar y que ahora se ha tranferido a los amigos de la república, siente lo mismo de Rusia que de India y Egipo, de ahí que no considere necesario ser discreto. Los funcionarios británicos consideran que tienen el derecho de tomar ciudadanos rusos de los barcos y apresarlos en campos de prisioneros de guerra; el embajador británico piensa que es posible lanzar terribles difamaciones contra activos revolucionarios rusos. Es sólo cuestión de tiempo para poner fin a esto. Y el objeto de este panfleto es ayudar a acelerar el momento en que la Rusia democrática le dirá al señor Buchanan y sus amos: “Por favor, quiten sus pies de la mesa”.

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