viernes, marzo 9

La policía es incapaz de impedir el movimiento de la gente

(Memorias del Gobernador de la ciudad de Petrogrado)

24 de febrero (9 de marzo) de 1917

A las 8 a.m., mi secretario A.A. Kutepov y yo, hicimos un recorrido en carro por la capital. […]

Bajé de mi auto en el puente [Liteiny] y fui directamente hacia la multitud que consistía en su mayoría de gente ordinaria parada y observando las patrullas policiales. Les pregunté en voz alta: “¿Por qué no están trabajando en lugar de estar parados aquí inútilmente? Después de cierta duda, en respuesta, cuatro personas de las que estaban paradas al frente, iniciaron una conversación conmigo de forma correcta. Decían que estaba llegando suficiente harina a la capital, que no era entregada a la población sino que era vendida a los especuladores. La gente estaba hambrienta mientras los especuladores se hacían más ricos. “No es verdad”, les dije y ofrecí llevarlos inmediatamente a la Oficina del Gobernador de la Ciudad, para que vean por sí mismos los libros del Departamento de Alimentos y los comprobantes de entrega diaria de pan. Uno de ellos podía tomar asiento en el carro, ir conmigo a la Oficina del Gobernador de la Ciudad y esperar la llegada de los otros. Pero estos me dieron las gracias y dijeron que irían pero no se atrevían a ir conmigo, pese darse ánimo mutuamente. […]

Pronto, las plazas Liteinaya y Znamenskaya, la avenida Nevsky desde estación del tren Nikolayevsky hasta el puente Politseisky, y la calle Sadovaya estuvieron completamente llenas de gente. El tráfico de los tranvías se detuvo y la multitud obligó a los pasajeros a bajarse de los droshkies [carruajes]. Mientras, cerca de la estación del tren Nikolayevsky y cerca de [la calle] Ligovka, los vándalos sacaban la carga de los vagones. El tráfico a través del Neva crecía cada minuto. En las calles principales, las masas se hacían más numerosas y las patrullas policiales eran tragadas por la muchedumbre. La multitud podía salirse de control en cualquier momento, pero igual que ayer no había líderes y hasta entonces solo ocurrieron actos vandálicos dispersos.

Dejar las cosas para más tarde era peligroso. A las 12:30 p.m., informé, por teléfono al General [S.S.] Jabalov, que la policía era incapaz de impedir el movimiento y la concentración de gente en las calles principales y que, si las tropas no tomaban bajo su custodia las instituciones gubernamentales y públicas, yo no iba a ser capaz de mantener el orden en la capital, especialmente en la noche.

A eso, el General Jabalov respondió inmediatamente: “Entonces, las tropas entrarán inmediatamente en [alerta de] tercer nivel. Indique a su personal que se subordinarán a los comandantes de los distritos militares relevantes: deberán obedecer sus órdenes y asistirlos en el despliegue de las tropas. Estaré en la Oficina del Gobernador de la Ciudad en un hora”. […]

El informe diario al Zar… decía, en adición a un breve recuento de lo que pasó, que el mantenimiento del orden en la capital había sido transferido al Comandante de las fuerzas militares. El informe diario a Su Majestad Imperial se escribía siguiendo un modelo tradicional especial, establecido por Nicolás I. Empezaba con el movimiento en los hospitales, seguía con la lista de accidentes que involucraban a hombres en servicio militar, y solo al final se mencionaban brevemente los sucesos en la capital. Un funcionario especial, con una letra increíblemente bella, estaba a cargo de escribir el informe. Yo lo firmaba siempre después de las 12 de la medianoche. El funcionario se sentía ofendido cuando yo hacía el informe más largo que lo usual, lo que estaba contra la tradición.

Aunque el movimiento de la gente terminó temprano, el Jefe del Buró de Seguridad me informó un hecho que me consoló poco: si la muchedumbre se concentra de nuevo, al día siguiente, entonces los líderes izquierdistas planean utilizar la situación con fines de agitación y –si la calle responde positivamente– realizar disturbios, incluso una insurrección armada, dependiendo de las circunstancias. No era claro qué consignas iban a lanzar a la multitud; eso también dependía de las circunstancias. Parecía que los líderes mismos no entendían o no tomaban consciencia de la situación favorable que les había caído del cielo.

Informé de esto al General Jabalov. Sin embargo, el liderazgo militar decidió, por el momento, no recurrir al uso de las armas.


Fuente: De las memorias del General Alexander Pavlovich Balk, Gobernador de la ciudad de Petrogrado, reproducidas en Daly y Trofimov (ed.), “Russia in War and Revolution, 1914-1922. A Documentary History”, Hackett, 2009, pp. 38-42. Traducción propia.

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